📝 Narrativa escrita por Daniela Hernández Vargas
🖼️ Inspirada en la historia de Norma Vargas

Colombia | Yumbo Valle del Cauca
Introducción:
Muchas personas viven con condiciones que no se notan a simple vista, pero que afectan profundamente su día a día. Este texto es una invitación a ponernos en los zapatos de quienes sienten, aunque no siempre podrán explicar lo que les duele. A través de una narrativa íntima y poética, queremos acercarnos a lo que significa vivir con fibromialgia, sensibilidad profunda, y otros procesos invisibles que merecen ser comprendidos con empatía y respeto.
El Mapa Invisible:
Una Historia Que Habla del Dolor Que No se Ve
Era una niña que parecía tener los ojos puestos en otro plano. Mientras otros se detenían en el camino, ella veía rutas alternas, ramales secretos, atajos mentales. No necesitaba repetir mil veces lo que oía: lo aprendería como si lo absorbiera con la piel, como si su mente llevara un mapa invisible que conectaba todo con todo.
No recordaba haber memorizado nada, pero cuando alguien preguntaba, las respuestas surgían como manantiales. Las fechas, los conceptos, los rostros, incluso los colores de una página que solo había visto una vez. Su forma de pensar no era recta, era una espiral. No iba del punto A al punto B, sino que giraba en torno al todo, anticipando posibles caminos, planificando un plan B o incluso un plan Z, por si acaso. Era una estratega sin entrenamiento, una lectora de contextos.
Pero un día, el cuerpo comenzó a hablar.
Al principio eran dolores pequeños, errantes. Luego, una fatiga sin explicación, como si cada músculo tuviera su propio idioma del cansancio. Y más tarde, la niebla. Esa que no ven los demás, pero que le cubría la mente como un velo húmedo, dificultando recordar por qué había entrado a una habitación o qué palabra buscaba mientras hablaba. A eso le pusieron nombre: fibromialgia.
Algunos dijeron que era cosa de nervios. Otros, que era el estrés, la sensibilidad, las emociones no resultan. Nadie parecía entender que, aunque el cuerpo se doblegara, su mente seguía viva. Palpitante. Tal vez más aguda que nunca, aunque con días en que todo era lento y gris.
Ella no era floja. No era exagerada. Solo tenía un sistema nervioso que lo sentía todo demasiado.
Su cerebro, ese órgano que antes era su gran aliado, ahora parecía andar desincronizado. Pero ahí estaba: reteniendo conocimientos como cofres cerrados que se abrirían solos en el momento justo, sin que ella supiera cómo. No recordaba haber aprendido algo, pero cuando alguien lo necesitaba, su boca lo decía como si alguien más hablara desde dentro.
Un día se dio cuenta de que su mente no había dejado de ser brillante. Solo estaba adaptándose a un nuevo lenguaje, a un ritmo distinto. A veces ese ritmo dolía. Pero también traía claridad.
Porque en medio de los síntomas, ella seguía viendo lo que otros no veían: los vínculos ocultos, las ideas entre líneas, las soluciones cuando todo parecía perdido. No por lógica, sino por intuición. Por esa inteligencia distinta, tejida de sensibilidad y profundidad.
No era una mente rota. Era una mente diferente. Tal vez más sabia por haber visto obligado a habitar desde el dolor.
Y así, cada día, ella camina con su mapa invisible. A veces se pierde, sí. Pero cuando encuentra una ruta, es una que nadie más habría descubierto.
Así nació El Mapa.
Un mapa que no está dibujado en la piel, pero que existe en cada célula.
Un mapa sin rutas claras, pero lleno de señales internas.
Un mapa que nadie más ve… salvo quien lo camina.
Epílogo
Tal vez las rutas, el bosque y los atajos siempre estuvieron allí.
Tal vez ella fue la única que pudo verlos.
Palabras de la Fundación Ángel Guerrera
Esta historia es una de muchas.
En nuestra Fundación, creemos que hablar del dolor invisible también es hacer justicia emocional. Validar las voces que han sido silenciadas por años. Nombrar lo que duele, no desde la lástima, sino desde la dignidad.
Si tú también vives con dolor crónico, sensibilidad profunda o intuición incomprendida, queremos que sepas algo:
No estás sola. No estás roto. Solo te sientes distinto.
Y eso, también merece cuidado.